Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 25 de junio de 1869
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Respuesta al Sr. Serraclara, al Sr. Sánchez Ruano y al Sr. Castelar
Número y páginas del Diario de Sesiones: 109, 3.090, 3.091
Tema: Ejercicio de derechos individuales

El Sr. Ministro de la GOBERNACION (Sagasta): Voy a deshacer algunas equivocaciones en que ha incurrido el Sr. Sánchez Ruano, porque espero que le dé cumplida contestación mi digno compañero el Sr. Ministro de Gracia y Justicia, y debo empezar por declarar que cada vez que el Sr. Sánchez Ruano tomaba en serio lo que se está discutiendo, experimentaba yo cierto placer, porque me dolía que S. S. tomara a broma las cosas más graves y más trascendentales del país. Es verdad que por otra parte no me extrañaba que tomara S. S. a broma las cosas más graves del país, cuando ha tomado a broma hasta a su pobre abuelo que, como yo, era progresista, y como yo le contaba cuentos. ¡No me extrañaba, pues, esta manera de discutir de S. S. en asunto tan grave, cuando comprendo que es un rasgo característico de S. S., del cual no puede prescindir.

Su señoría, tomando también a broma mi discurso, empezó diciendo que como de costumbre lo había dividido en tres partes: no me acuerdo cuando he dividido mis discursos en tres partes generalmente digo lo que se me ocurre buenamente, muchas veces lo dividiré en tras partes y otras lo haré en una, según convenga a mi objeto; pero en fin, el Sr. Sánchez Ruano ha dividido mi discurso a su antojo suponiendo que la primera parte había consistido en hacer muchas preguntas a la oposición; no lo recuerdo, no sé qué preguntas he hecho a la minoría que no hayan conducido al propósito de la discusión. Ha supuesto S. S. que la segunda parte de mi discurso ha sido una historia poética de mi emigración. En esto ha estado inexacto S. S.: yo no me he ocupado esta tarde de la emigración para nada, pero en fin, si me hubiera ocupado de ella hubiera podido en efecto hacer historia e historia triste de mi emigración, y al hacerlo hubiera hecho lo que muchos que ahora gritan tanto no pueden hacer en manera alguna.

Que yo había, hablado con espanto en la tercera parte de mi peroración de la república federal de Mahón y de los republicanos federales de Mahón. No: ¿y cómo había de hablar con espanto de los republicanos federales de Mahón ni de la república federal de Mahón cuando no me espantan ni me importan nada los republicanos federales de todo el resto de España? El que habla con espanto de eso, el que habla con espanto de la república federal es el periódico del que S. S. es principal redactor, que lleva ya doce artículos diciendo de la república federal lo que yo no me he atrevido a decir, lo que si puede decirse en los periódicos no debe decirse en este sitio, porque aquí hay que respetar algo más a los partidos políticos, siquiera estén extraviados, siquiera estén perturbados, siquiera al pretender la felicidad de la patria no puedan ocasionar más que la destrucción y la perturbación del país.

Yo no me he ocupado de los republicanos federales de Mahón más que para decir que me extrañaba que en Mahón hubiera republicanos federales, y que se alterara el sosiego en aquellas islas cuando no se ha alterado nunca, [3090] y eso que han estado muchas veces bajo el más fiero despotismo: y me extraña que haya republicanos federales en puntos como Mahon, donde fuera de algunas individualidades que no son republicanos federales, jamás hemos encontrado a nadie para nada cuando hemos buscado apoyo y cuando era necesario excitar la opinión pública y prepararla para destruir aquel despotismo que a todos nos oprimía y que sufrían vergonzosamente los mahoneses, y ahora que tienen libertad nos alteran el orden público todos los días y nos perturban la tranquilidad.

¿Dónde estaban esos republicanos federales de Mahon? (El Sr. Sánchez Ruano: No se trata ahora de eso.) Se trata de eso, porque S. S. lo ha tratado, y es preciso que se sepa que fuera de algunas individualidades que auxiliaban a los emigrados en aquellas islas, los que ahora se llaman republicanos permitieron que los militares para venir a la Península y tomar parte en el alzamiento nacional vendieran sus relojes y sus prendas de vestir para poder llegar aquí a salvar la libertad.

¿Dónde estaban entonces los republicanos federales? Yo hablaba con extrañeza de esos republicanos federales, pero yo no dije que me espantaran. ¿Por qué habían de espantarme? A mí no me espanta nada, Sr. Ruano, ni siquiera los republicanos federales.

Su señoría ha dicho, sin venir a cuento, porque no tiene nada que ver con la discusión, que yo tenia polacos en mi Ministerio. Digo a S. S. que conoce mejor que yo el Ministerio, porque yo no sé que tenga allí ningún polaco; pero además no extraño que S. S. conozca mucho hasta los rincones de mi Ministerio, porque S. S. frecuentaba con confianza el Ministerio cuando antes de las elecciones no le asustaba a S. S. tanto la monarquía como ahora, ni manifestaba tanta pasión como ahora por la república; en fin, que no votaría nunca la república. Así e que S. S., conociendo por lo cierto los detalles de mi Ministerio mejor que yo, puede decir sin duda que hay polacos, enhorabuena: dígame S. S. cuáles son, porque yo no lo sé, y en cuanto lo sepa, yo le prometo a S. S. echarlo de allí, que yo no soy aficionado al polaquismo. Pero repito no conozco a ningún polaco en mi Ministerio, y que en esto S. S. está más en los detalles del Ministerio que yo. El Sr. Ruano ha querido suponer que al hablar yo de los lemas, con que suelen generalmente salir las procesiones en protesta contra la monarquía, había dicho una cosa que no era exacta, puesto que no dicen, según su señoría, más que ¡Viva la república! y no ¡Abajo la monarquía! Pues no es que lo invente yo, Sr. Ruano; ha habido muchos puntos en donde las banderas llevaban el lema de ¡Abajo la monarquía! y de ¡Muera la monarquía! Y no sólo se dice eso en las manifestaciones públicas, sin que se dice también en los periódicos republicanos federales; y si S. S. quiere una prueba, porque las, tengo d todos calibres y de todas clases, se la daré á S. S., y que es posible que la pueda traer aquí banderas en que se dice ¡Muera la monarquía! ¡Abajo la monarquía! Pero aquí tiene S. S. un periódico que, promulgada ya la Constitución dice: ¡Viva la república! es casi el título del periódico, sea su segundo epígrafe: ¡Viva la república! y ¡Afuera los reyes! (Risas en la mayoría. El Sr. Pierrad: ¿Y qué mal hay en eso?) Yo no digo ahora que haya o no haya mal en eso; pero conste que yo he dicho antes la verdad conste, pues, que si yo he dicho que en algunas banderas se leía ¡Abajo la monarquía! y ¡Mueran los reyes! he dicho la verdad, he dicho lo que es cierto; que yo no me valgo de ningún medio como sistema de argumentar que no esté bien admitido cuando se trata de hombres que de buena fe se conducen.

Yo hablo siempre de buena fe, y no uso de argumentos que no sean de ley para luchar con mi adversario, aunque no siempre suelen ser buenas armas las que se usen en contra mía; pero aún cuando se empleen conmigo armas de mala ley, yo siempre upo de armas de buena ley. Contesto generalmente sea el tono en que se me ataca; me gusta, si las armas del contrario son templadas, templar yo también las mías, y si es posible, con mayor temple que las del contrario; pero jamás nunca he buscado yo armas vedadas.

Su señoría, como un gran argumento contra el Ministro de la Gobernación, nos ha leído un largo artículo de un periódico para mostrar la falta de armonía que existe entre los individuos que componen el Ministerio. Pues se ha molestado S. S. en vano, y ha molestado también en vano a la Cámara misma: yo no tengo nada que ver con el periódico La Iberia. Desde que se hizo la revolución yo me he separado completamente del periodismo, y a los amigos míos de la prensa les he dicho siempre: " traten Vds. al Ministerio con arreglo a su conciencia; y hasta tal punto lo ha hecho La Iberia, que algunas veces me ha censurado a mí también.

Yo no tengo nada que ver con lo que dice La Iberia desde que se hizo la revolución no he vuelto a escribir en ningún periódico, y es probable que no vuelva a escribir ni a dirigir ningún periódico, sin embargo de que no me repugnaría el hacerlo si la tempestad llegase a arreciar, porque me honra mucho la campaña que como periodista hice. Pero yo no he vuelto a ser director ni a escribir en ningún periódico desde que no hay ningún peligro en ello. Cuando hubo peligro, cuando eso costaba el ir al presidio, y podía costar hasta la pena de muerte en los consejos de guerra a que se sometió la prensa, entonces sí tenia a mucha honra el escribir en periódicos, el ser director de un periódico; pero ahora que no hay peligro ninguno escriba S. S.; yo me alegro de que por eso no corra S. S. ningún, peligro después de la revolución, como no le ha corrido, que yo sepa, antes (El Sr. Ríos Rosas pide la palabra para una alusión personal.)

 



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